¡Por fin soy bombero!

A continuación os presentamos un relato de una persona que ha sentido en primera persona lo que significa comenzar a ser bombero. Os lo presentamos directamente, tal y como nos lo ha pasado para que veais que estudiar y aprobar la Oposición a bombero es posible.

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A sus veinticinco años, Ángel Luna Cantarero acaba de conseguir el sueño de su vida: ser bombero. Lo ha logrado al primer intento y, además, con el número uno de su promoción de bomberos conductores. Los mandos del Cuerpo de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid aseguran que esto no pasa todos los días, que es un récord. Pero Ángel , con su cara picarona, le quita importancia a su indudable mérito.

Entrevista con Ángel Luna Cantarero

Ahora, tras un largo camino de sacrificios y preparación física, aprende el oficio en la escuela de bomberos de Madrid porque, todavía, es un bombero en prácticas. No importa. Está deseando que pase esa especie de «MIR» para coger el volante y llevar a sus compañeros, lo antes posible, a salvar vidas, a auxiliar a los madrileños en apuros.

Creo que su padre también lleva uniforme  ¡De raza le viene al galgo!

Así es -nos dice Ángel-. Yo nací en Alcorcón y vivo allí pero mi familia procede de Cuenca. Mi padre es policía municipal, del Ayuntamiento de Madrid. Los uniformes son lo que más me ha llamado la atención desde que era un crío. ¡Para qué lo voy a negar!

El apoyo de la familia

«A los quince años ingresé, como interno, en un instituto militar. Estuve tres años y me gustó mucho. Luego pase otros tres en la Brigada Paracaidista. De allí salí para prepararme las oposiciones al Cuerpo de Bomberos».

Lo tenía muy claro.

Mucho.

¿Está casado?

No, pero tengo novia.

¿También lleva ella uniforme?

Que va. Es abogada. Bueno, tiene toga, que es una especie de uniforme para su trabajo.

¿Se ha sentido animado por tus familiares?

Mucho. Mi padre, el que más. Está muy orgulloso de que haya sido el número uno de la promoción. Dicen que eso no es lo normal, pero tampoco hay que darle tantas vueltas.

¿Por qué esa manía de quitarse importancia?

No sé. Es verdad. No hay por qué inflarse. Es cuestión de suerte. La verdad es que me entrenaba mucho. Hubo veces que lo hacía las veinticuatro horas del día, pero eso lo hacen todos los aspirantes a bombero.

Madrid de noche

«Me iba al cine con mi chica -nos explica Ángel-, y cuando salíamos, cogía el coche y daba vueltas por Madrid hasta las seis de la madrugada. Llevaba el callejero para aprenderme bien las rutas, las calles. De nuestra agilidad, de nuestra rapidez y de nuestros conocimientos de la ciudad depende que lleguemos antes a un siniestro. Saber por dónde voy más rápido o por dónde hay menos tráfico puede ahorrar unos minutos o unos segundos valiosísimos».

«Las mañanas -añade este número uno- las dedicaba a estudiar. Las noches eran para conocer Madrid: aquí se puede girar, aquí no. Esta calle suele estar atascada; mejor tirar por aquella otra … Así conocía los entresijos de la ciudad. Lo hacía de noche por dos razones. Una, para que mi novia no se enfadara; dos, porque de noche no hay tanto tráfico, aprendes las rutas y los vericuetos con más comodidad».

El que quiera, que lo intente

Ángel reconoce haber hecho mucha gimnasia. Estar en buena forma es imprescindible para esta profesión. «La verdad es que yo no apagaré fuegos pero tendré que ganar tiempo al tiempo para que mis compañeros puedan auxiliar a los ciudadanos cuanto antes».

¿Está en esto por dinero?

No. Aunque mis amigos me digan «¡jó, qué bien vives y cuánto ganas!» no es por eso. O lo llevas dentro o no hay nada que hacer. O te gusta o a otra cosa mariposa. Esto es duro, lo reconozco.Primero hay que llegar a ser bombero y, después, ser un digno bombero. Al que le parezca fácil, ahí lo tiene. Que lo intente.

Pocos son los elegidos

Nos despedimos de Ángel, un «number one» que él no quiere reconocer. En febrero, cuando acabe sus prácticas, estará al frente de su coche, con su sirena, sus miedos y su profesionalidad ganadas a pulso.Atrás quedan años, a veces un mínimo de dos, de preparación y de renunciar a muchas de las cosejas propias de la juventud. Ser bombero no es cualquier cosa. Son gente, también, de una raza especial.

A las oposiciones se presentan muchos y pocos han sido los elegidos. Para la convocatoria de este año había 29 plazas de bombero conductor. Se presentaron 500 chavales. Para las de bombero, las plazas eran 55. Lucharon por ellas un total de 1800. Y solo pudieron ser seleccionados los mejores, los que prepararon mejor las pruebas.

Medir las fuerzas

A finales del pasado mes de marzo fuimos testigos de las cinco pruebas de resistencia. Entre las culturales y las del oficio, los exámenes terminaron el mes de junio. Todos eran hombres de entre 18 y 30 años. No había mujeres. En las pruebas físicas para bomberos nos percatamos de que  la adrenalina estaba por las nubes y los nervios a flor de piel. Fue una concentración digna de final olímpica.Que si el banco sueco, que si el press de banca, que si las dominadas … Ese mes de marzo medían sus fuerzas 761 jóvenes. El resto, hasta los 1.800 que se presentaron a la convocatoria, se había quedado en la cuneta de las pruebas teóricas y psicotécnicas.

Familiares y amigos de los aspirantes a bombero les animaban desde las gradas de aquel inmenso gimnasio. Entorpecían y distraían más que beneficiaban, sin tener en cuenta que todas las pruebas eran eliminatorias y que si el chaval fallaba una, no podía pasar a la siguiente.

Preparación y suerte

Había un denominador común en todos los chicos: llevaban preparando su cuerpo y su mente desde hacía dos años; en un gimnasio del barrio. Habían sudado lo suyo a base de carreras por el Retiro y la Casa de Campo. Habían aprendido a dosificar sus energías para las cinco pruebas de resistencia. Sabían perfectamente que la preparación hace mucho pero que la suerte también contaba. Y a ello se arriesgaban con tanta alegría que daba pena ver cómo iban siendo eliminados uno tras otro hasta que sólo quedaron los 55 para bombero y los 29 para bombero conductor.
Al quite está siempre Juan Redondo, jefe de Extinción de Incendios y profesor de los bomberos en prácticas. Redondo disfruta hablando de su profesión. También aprobó a la primera. Presume, no sin amargura, de pertenecer a la promoción que intervino en el trágico incendio de la discoteca «Alcalá 20», donde perdieron la vida unas ochenta personas.

Una profesión muy reconocida

«La  primera idea que les transmito -asegura Redondo- es que son unas personas privilegiadas. Que tienen la suerte de tener una profesión reconocida por los ciudadanos. Que lo valoren siempre, tanto en el momento en que sintieron la ilusión de entrar en el Cuerpo como ahora que se inician en una profesión que les verá jubilarse». El jefe Redondo nos indica que el proceso es largo y costoso. «Son muchos los que quieren ser bombero y poco los que lo consiguen. Las oposiciones suelen ser anuales. Es oferta pública de empleo: para bomberos, para bomberos-conductores y para oficiales». A los primeros se les hace pasar por un test cultural, unas pruebas físicas muy duras y unas pruebas de oficio.
Para los que quieren ser bombero-conductor las pruebas físicas son algo menos fuertes pero también muy duras. Después, tienen que superar el test cultural, pruebas de mecánica, de conducción y otra nueva este año: el conocimiento de los puntos estratégicos de Madrid.

A la de «listos, ya»

«Cuando suenan los timbres, el que conoce dónde va y por dónde tiene que ir le da al resto de los bomberos la alegría y la seguridad de que va a hacer el tiempo más corto para llegar a cualquier requerimiento», dice Redondo.

«Otra de mis metas es hacer ver a los chavales que hay que estar siempre en una situación de «listos, ya» para recortar tiempo al tiempo. Pero ojo, con cabeza, con inteligencia. Cada minuto, cada segundo, cuenta».